Hace mucho tiempo, cuando yo todavía lo era, alguien me comentó que lo malo de ser coleccionista de cómics es que acabas siendo amontonador. Es decir, compras y compras y compras y compras y a veces, demasiadas veces (o casi todas las veces) ni te da tiempo de leer lo que compras. Y, por tanto, no valoras. Solamente amontonas.
Como a mi amigo, me llegó también la entropía. Los tebeos y los libros (si no son la misma cosa, que lo son) ocupan mucho espacio en casa. Demasiado. Y las casas, ya lo dijo el maestro Umbral, crecen hacia adentro. Llega un momento en que no te caben en ningún sitio: colocas todo ordenadito en tu estantería, todos los números de una serie archivaditos uno al lado del otro… y llega un momento en que se te acaba la balda y no te cabe el siguiente. Lo colocas en cualquier otro lado. Ya lo pondrás en orden otro día. Un día que nunca llega, porque cuando quieres ponerte manos a la obra tienes demasiados libros y tebeos (si no son la misma cosa, que lo son), desperdigados por mil sitios.
Es entonces cuando te das cuenta de que te has convertido no en coleccionista, sino en amontonador.
Porque, además, empiezas a amontonar tomos y tomos que no te da ni siquiera tiempo a leer a ti tampoco. Y, por tanto, tampoco te da tiempo a valorar. Las ediciones tan cuquis que ahora salen (más o menos) se apoderan de todos los rincones de tu casa. Eres, oficialmente, un amontonador.
Pero hay otro paso más, aún más terrible: el amontonador fetichista. El que tiene el mismo tebeo en seis, siete, ocho ediciones distintas. El que sale a la caza de las infaustas novelitas de Vértice y paga por ellas un potosí… aunque tiene esos mismos tebeos en ediciones mejores: la Biblioteca Marvel original, por ejemplo. Los tomazos de Omnigold… y ahora, de nuevo, la edición de los mismos tomos en más finito y más barato.
¿Hace falta comprar lo mismo una y otra vez? Soy partidario, obviamente, de que los buenos tebeos, los clásicos, tienen que estar siempre disponibles. Al alcance de nuevas generaciones de lectores. Y, en todo caso, para los que ya tienen (tenemos) esas ediciones de otros tiempos… cambiarlas. Cambiarlas, sí. Es absurdo amontonar papel de ediciones mal publicadas, mal traducidas, mal rotuladas, e ir poniendo al ladito esos mismos títulos en ediciones que han ido mejorando poco a poco. ¿Merece la pena tener siete veces Dark Knight Returns? ¿Catorce veces Watchmen? ¿Otra nueva versión del Spider-Man de Lee y Ditko?
Sé de lo que hablo, no se crean. Ya les digo que he pasado por eso. Hasta que la entropía me engulló. Las paredes de mi casa dijeron basta y tuve que decidirme por quedarme con la edición mejor de las que hay. Y, si sale una edición muuuuucho mejor, entonces sustituiré (que no creo) una por otra.
Es lo que tiene ser amontonador. Adorar la infancia, como si esa infancia fuera a volver (no lo hará). Confundir continente con contenido. No valorar de manera crítica ni la edición ni el material. Luego todo son quejas.
Los cómics hay que leerlos y, si se puede, disfrutarlos. No considerarlos un objeto de coleccionismo («¿Cuántos números serán»? es una pregunta que no entiendo y que me saca de quicio). Ni tampoco material para futuras inversiones.
Del otro tipo de lector-coleccionista-nostálgico-amontonador, el coleccionista de cromos, ya hablaremos otro día.
El mejor remedio para no convertirse en amontonador es, sin duda, un piso pequeño, matrimonio, dos hijos y un gato. 😉. Saludos desde Jaén ciudad aceitunera
Yo estoy comprando nuevas ediciones de tebeos que tuve hace más de 30 años pero que hasta hace poco no se habían reeditado. Se supone que son mejores, el papel es mejor, el color también (el olor de la tinta desgraciadamente nunca volverá), hay textos introductorios dando contexto a los personajes, contraportadas que se perdieron en las ediciones españolas… Todo eso está muy bien pero lo que peor llevo son las nuevas traducciones. Les veo mejoras en algunos aspectos como darle acento de un país a alguien que antes no lo tenía pero también se empeoran cosas que antes estaban bien. Falla de interpretación, supongo.
Lo de amontonar cosas, no solo tebeos, daría para un curso de psicología.
Es un error muy común creer que los acentos, por escrito, pueden traducirse. No se puede.
Para ´mi el formato Omnibus, en cuanto a Marvel, ha sido un antes y un después, y es la única vez que me ha supuesto recomprar cómics que ya conseguí en su día, como aquellos clásicos que compré gracias a la primera Biblioteca Marvel (gloria a esos pequeños tomos en blanco y negro).
Lo que sí he abandonado por completo desde hace 20 años es todo tipo de grapa, me da hasta alergia.
Pues defina usted lo que es comprarse una segunda casa con espacio para poner muuuuuchos más libros. En mi caso, libros de ciencia ficción —y sí, algún comic. Y no es que me haya separado ni tenga problemas conyugales. Es que a veces merece la pena pasar el fin de semana «allí» y a veces «aquí»…
«Los cómics hay que leerlos y, si se puede, disfrutarlos. No considerarlos un objeto de coleccionismo («¿Cuántos números serán»? es una pregunta que no entiendo y que me saca de quicio). Ni tampoco material para futuras inversiones.»
Una gran verdad, porque lo que para nosotros es oro para los demás es nada.
Yo por eso, cuando hecho limpieza me he desecho de lo que me aburría o compraba por inercia.
Del príncipe Valiente una edición para leer en cualquier sitio y otra para guardar.
Ibañez, Escobar y Raf igual.
El capitán Trueno Idem.
Flash Gordon Idem.
La Liga de los hombres extraordinarios me quedo con Volumenes I y II , el resto sobran.
De superlopez los 9 primeros albums .El resto sobran.
Rob Liefield, Cels Piñol y otros todo fuera que estorban.
Y así con método, uno se queda con lo que vale, no con lo que amontona.