TORRE: CIUDAD NEGRA

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No siempre Torre fue como ustedes lo leen y yo lo escribo ahora. Yo tenía el nombre, y retazos de su pasado roto, y la idea general de escribir historias detectivescas en el entorno que conozco, o sea, aquí mismo en Cádiz. Pero poco más. Hace muchos, muchos años, escribí este primer relato, que se publicó en Diario de Cádiz. Se lo dediqué (y se lo dedico) a Oscar Lobato, amiguete del alma y de toda la vida, que entonces era reportero de sucesos en ese periódico. Es una presentación del personaje, como pueden ver, completamente distinta a como es en las novelas o en esos relatitos costumbristas donde Torre es más gadita y más sencillo todavía. Tenía el setting, pero me faltaba el ambiente. Me faltaba el físico del personaje y, sobre todo, me faltaba la voz característica que, por pura paradoja, en lo que he escrito luego no suena aunque está omnipresente. Léanlo si quieren ustedes como un borrador lejano, una toma uno, de lo que vino luego y lo que espero que me espere. Gracias

No te creas nada de lo que dicen, muchacho. Eso es todo propaganda. A pesar de la playa, la luz y las fiestas esta es una ciudad negra. Ven al sur y olvida la miseria urbana. No hay nada mejor que un sitio donde todo el mundo se conoce y nunca pasa nada extraño, ¿no te lo han contado nunca? No te lo creas. Nada de eso es verdad, muchacho. Nada. Esta es una ciudad negra.

Aquí los borrachos se dedican a torear los coches y el festival no se acaba hasta que llega una ambulancia cuando ya es demasiado tarde: Luego a nadie le da por querer enterarse de cómo un pobre diablo que no puede andar tres pasos sin doblarse en redondo aparece atropellado a más de diez kilómetros del sitio donde lo vieron haciendo el payaso por última vez. Aquí los yonkis barren patios de día y te piden dinero con la criatura en brazos por la noche, y entre biberón y ajax pino sacan tiempo libre para seguir un curso acelerado de ATS. No me preguntes cómo. Yo sólo te cuento lo que sé que pasa. No soy adivino. Sólo he visto cosas raras y te las cuento.

Aquí la grúa sirve para coaccionarte tanto como el maricón que te ensucia el parabrisas si no le das cinco duros mientras esperas a que cambie el semáforo, y de vez en cuando algún listillo la utiliza para abrir las puertas de un hipermercado a fuerza de tirones y luego no tiene más que servirse como en un cash and carry, todo embalado y listo para entregar a domicilio. Si lo sabré yo, que estaba de guardia jurado el día que me tiraron el escaparate encima. Muy discretos, los hijos de mala madre. Ni te imaginas la cara que puse cuando abrí los ojos y vi los uniformes azules de los maderos haciendo horas extras.

Aquí la última moda es esconderte en un ascensor a oscuras y esperar a que las niñas vuelvan a casa para violarlas entre piso y piso, una mordaza en la boca y una jeringuilla sucia contra un tatuaje del Cristo de la Misericordia. No te estoy exagerando nada. Tú mismo lo habrás visto en las páginas del diario. Aquí un hermano es capaz de abrirle a otro la garganta por un quítame allá ese canal de televisión, y el invento de la mirilla se soluciona con un esparadrapo sucio a la hora de la siesta. Ojos que no ven, oídos que no escuchan tampoco nada. Ni las viejas pueden dar tranquilas un paseo a una hora tan peligrosa como las nueve de la mañana.

He visto a un tipo clavar a otro en la puerta de una casa un sábado de carnaval, sin que nadie se entere nunca dónde ha acabado el antifaz o el cuerpo del delito. Y a gente moliendo a palos al primer sospechoso de robo que encuentran, no importa que estuviera o no en el lugar idóneo con tal de que sea moro, gitano o negro. Aquí las hijas de los padres pudientes no van a Londres, porque sale más a cuenta vender a la criatura a alguien que viva al otro lado del mapa, problema solucionado hasta la próxima, mamá. Al fin y al cabo, no es un crimen y tampoco se trata de contrabando de órganos, que se sepa.

Aquí los locos han dejado de ser pintorescos, y los chulos no saldan cuentas a pistola: Es más rápido descargar un golpe en la cabeza de la furcia con una piedra de esas que tanto abundan en la playa, que está cerca. Los maderos sólo enseñan la nariz cuando hay que darle al bolígrafo y el papel verde, nunca cuando hay alguien desgañitándose de miedo a las cuatro de la tarde o a las once de la mañana. Y si se te antoja ir a ver un partido de futbol, más te vale hacerte un seguro de vida o comprarte unas buen paraguas que te ayude a esquivar el fuego de los cohetes cuando se te vengan encima.

Me llamo Torre. Quise ser futbolista y acabé boxeando en una velada triple en el Pabellón Portillo hasta que un gancho en la nuca me dejó seis meses en coma y me perdió cuarto y mitad de memoria. Desde entonces voy tirando. He sido guachisnai, recaudador de deudas, portero de cabaret, vendedor de estraperlo, taxista sin licencia. Ahora trabajo para un abogado especialista en divorcios, aunque sigo sin saber si fue él o no quien le buscó una tumba junto a don Rosendo al marido de su actual esposa. Bien que me pica la curiosidad, pero mientras no me falte trabajo, es su problema, y además tuvo el detalle de no esperar a que hubiera que llevárselo a Chiclana. Yo observo y callo, colecciono fotos del Cádiz que ya no recuerdo, por si acaso alguna vez la historia vuelve, bebo mi sol y sombra de cada mañana en el bar Juani y de vez en cuando intento comprender qué demonios pasa. Pero nunca entiendo nada. El mundo se está volviendo loco y a nosotros nos ha dado por imitar todas las tonterías que nos pasan en el cine. Si quieres material para un libro sangriento no hace falta que te vayas a vivir a Nueva York. Hazme caso, chaval. Abre los ojos y ahórrate la pasta. Esta es una ciudad negra, muchacho. Muy negra.

Sobre el Autor

Rafael Marin

RAFAEL MARÍN (Cádiz, 1959) ha publicado más de cuarenta libros en diversos géneros: Lágrimas de luz y Mundo de dioses en la ciencia ficción; La leyenda del Navegante en la fantasía épica; La ciudad enmascarada, Ora Pro Nobis y Memento Mori en el terror; Detective sin licencia, Los espejos turbios, Lona de tinieblas, Elemental querido Chaplin en el policial; El anillo en el agua y El niño de Samarcanda en la memoria biográfica; Las campanas de Almanzor, Juglar, Victoria, Don Juan, Elsinor y Odiseo rey en la novela histórica.

Es autor de antologías como Unicornios sin cabeza, El centauro de piedra, Piel de Fantasma o Son de piedra y otros relatos. Entre sus libros de ensayo destacan Hal Foster: una épica postromántica; W de Watchmen y Marvel: Crónica de una época.

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Rafael Marin

RAFAEL MARÍN (Cádiz, 1959) ha publicado más de cuarenta libros en diversos géneros: Lágrimas de luz y Mundo de dioses en la ciencia ficción; La leyenda del Navegante en la fantasía épica; La ciudad enmascarada, Ora Pro Nobis y Memento Mori en el terror; Detective sin licencia, Los espejos turbios, Lona de tinieblas, Elemental querido Chaplin en el policial; El anillo en el agua y El niño de Samarcanda en la memoria biográfica; Las campanas de Almanzor, Juglar, Victoria, Don Juan, Elsinor y Odiseo rey en la novela histórica.

Es autor de antologías como Unicornios sin cabeza, El centauro de piedra, Piel de Fantasma o Son de piedra y otros relatos. Entre sus libros de ensayo destacan Hal Foster: una épica postromántica; W de Watchmen y Marvel: Crónica de una época.