¡AHÍ VA ESE BÓLIDO! (JOHNNY COMET)

¡

 

El mundo de las series de las tiras de prensa es inabarcable. Conocemos solo una parte ínfima del enorme iceberg que un día fueron, centrados en los personajes más populares de United Features Syndicate, los conocidísimos héroes de King Features Syndicate o los títulos de los periódicos vinculados al Chicago Tribune. O sea, sí, Buck Rogers, Tarzan, Flash Gordon, The Phantom, Brick Bradford, Prince Valiant, Dick Tracy o Terry and the pirates, por nombrar solo a los más relevantes y en solo las series de aventuras.

Hubo, sin embargo, miríadas de títulos que no llegaron a cruzar los continentes, o que no lograron sobrevivir a lo que se deduce que tuvo que ser una feroz batalla por hacerse hueco en los periódicos que las sindicaban. Jamás conoceremos a la mayoría de ellas. Y unas pocas han sobrevivido en el recuerdo como pequeñas joyas que, pese a su escaso tiempo de publicación, pudieron haber sido mucho más, con algo más de suerte y quizá con un mucho más de talento.

Es el caso de esta serie que ahora se recupera, Johnny Comet. El talento del dibujante, Frank Frazetta, está más allá de toda duda: cuando dibujó estas tiras aún no era el ilustrador de fama internacional que haría populares a las novelas de Conan el bárbaro,  sería uno de los primeros en interpretar a los personajes de El señor de los anillos y esparciría su arte por multitud de ilustraciones de corte fantástico para libros, magazines y películas.

Es de imaginar que en la época en que se produce esta serie Frazetta (que quitó la segunda zeta de su apellido) era aficionado a las carreras de bólidos o que al menos la originalidad de la propuesta le sirvió de acicate para dedicar un año de su vida a las aventuras y desventuras de su piloto de blanca camiseta, un piloto que comparte sus rasgos y que podríamos considerar que es, en la historieta, el equivalente a los jóvenes rebeldes del cine que interpretaran actores como James Dean o Marlon Brando.

La serie bebe de muchas fuentes dentro de la larga tradición de la historieta, pero desprende un claro olor a novedoso. Sí, Ma y Pop Little y su pequeña gasolinera reconvertida a capricho en motel retoman la tradición de los personajes de Gasoline Alley (y el propio Pop se parece como una gota de leche a otra gota de leche a Rosco Sweeney, el compañero de Buz Sawyer). Y, sí, siempre hay una chica rubia  modosita y buena (con ese nombre maravillosamente hollywodiense, Jean Fargo) que ve peligrar su reinado en la serie cuando aparece alguna morena de aviesas intenciones y muy mala suerte a la hora de llevar a cabo sus maquinaciones: la sombra de la gran serie de los años cincuenta (o sea, Rip Kirby) planea aquí también, y los casos semipolicíacos parecen un intento de acercarse al detective miope que creara Alex Raymond. Y, sí, en los tiempos en que Frazetta era “negro” de Al Capp en su serie Lil Abner, no podemos dejar de trazar otro nuevo paralelismo entre Johnny como versión más o menos itinerante de Abner, Jean como Daisy Mae, y la pareja de ancianos gasolineros como una versión un poquito menos redneck de Mammy y Pappy Abner.

Pero la serie es moderna en su concepción, en la presentación de sus tipos, en el sano cachondeo de los nombres de los personajes, en la temática de las carreras de bólidos (“midget cars” en la versión original), tan demasiado pronto olvidada.

Los guiones son lo que cojea en Johnny Comet. Aunque quien firma en las dominicales es Peter DePaolo, ganador hoy me temo que olvidado de la carrera de las 500 millas de Indianápolis, es Earl Baldwin quien está detrás. Y no es que las historias sean malas, todo lo contrario. Es que no hay ni voluntad ni quizá capacidad de redondear las tramas.

Johnny se presenta como un corredor de coches de carreras e inmediatamente se convierte en mecánico ambulante. Todas sus historias se resuelven por la vía fácil, a menudo con la detención de los malos (y hay muchos malos muy pintorescos, todos con las mismas intenciones y con los mismos modus operandi) un tanto en off. Cada vez que la serie parece asentarse en una línea dramática, la historia tiene un final un tanto apresurado, llega un telegrama o una llamada telefónica y Johnny levanta el chiringuito y se marcha con lo motores a otra parte. Hay ambientes interesantes: el mundillo de las carreras en esos pueblos perdidos de Estados Unidos, las ferias y sus números emocionantes,  y justo cuando la serie parece haber encontrado un filón narrativo en el mundo del cine, de nuevo la lectura se interrumpe y se empieza por otro sitio. Johnny no solo no se convierte en actor de cine, ni en especialista siquiera, por mucho que cambie su nombre, y es Jean Fargo la que parece que disfrutará (como Pagan Lee pero a la inversa) de los oropeles de la fama.

La serie tuvo que ser extraña en su momento, no solo por lo desaforado de las temáticas sino por el dibujo de Frazetta, que juega a mezclar la espectacularidad y la caricatura. Las cosas no debían ir muy bien cuando, en esa aventura cinematográfica, y con mucho buen humor, se le obliga a cambiar de nombre de cara su futuro como actor, pasando a llamarse, el personaje y la serie, Ace McCoy. Cómo quien va a visitarlo al hospital diez minutos después de ese cambio de nombre sabe que ahora se llama de otra forma permanece en el secreto de la velocidad con que las historias se hilvanan y los errores se solapan.

El cambio se notó más en las páginas dominicales que en las diarias. Si en las tiras en blanco y negro apenas nos damos cuenta de que el personaje ya no se llama igual, en las dominicales el cambio es absoluto: lejos quedan las aventuras de rápida resolución y presentación envidiable. Ace McCoy pasa a ser una especie de Lil Abner tontorrón y bienintencionado, y el centro de las entregas se basa en los malentendidos humorísticos, al principio protagonizados por el entrañable Pop Little y después, ya, por el propio Ace/Johnny. Lo que prometía ser una serie trepidante de aventuras con fondo deportivo y automovilístico, se convierte en una comedia de situación simpática pero intrascendente. Y peor sucede con las tiras diarias, cuando la trama queda sin resolver debido al hachazo que supone su cierre.

Es, de todas formas, una serie que se lee muy bien, que se disfruta con especial cariño. Frazetta deslumbra siempre, sus chicas y los comparsas atraen poderosamente la mirada del lector, y sigue siendo una lástima que no se explotara más el mundillo de las carreras. Aunque, quién sabe, quizá hubiera buenos motivos: por muy buen piloto que nos digan los textos que es Johnny (porque Ace ya se olvida de esas cosas), nuestro héroe no solo no gana nunca una carrera, sino que allá donde participa estrella su auto. Ni Fernando Alonso, oigan.

 

Sobre el Autor

Rafael Marin

RAFAEL MARÍN (Cádiz, 1959) ha publicado más de cuarenta libros en diversos géneros: Lágrimas de luz y Mundo de dioses en la ciencia ficción; La leyenda del Navegante en la fantasía épica; La ciudad enmascarada, Ora Pro Nobis y Memento Mori en el terror; Detective sin licencia, Los espejos turbios, Lona de tinieblas, Elemental querido Chaplin en el policial; El anillo en el agua y El niño de Samarcanda en la memoria biográfica; Las campanas de Almanzor, Juglar, Victoria, Don Juan, Elsinor y Odiseo rey en la novela histórica.

Es autor de antologías como Unicornios sin cabeza, El centauro de piedra, Piel de Fantasma o Son de piedra y otros relatos. Entre sus libros de ensayo destacan Hal Foster: una épica postromántica; W de Watchmen y Marvel: Crónica de una época.

3 Comentarios

  • «nuestro héroe no solo no gana nunca una carrera, sino que allá donde participa estrella su auto. Ni Fernando Alonso, oigan.»

    Ya quisieran muchos pilotos tener el palmares de Fernando Alonso,de momento:
    Ha ganado dos veces el Campeonato Mundial de Fórmula 1 en 2005 y 2006,resultó subcampeón en 2010, 2012 y 2013, y obtuvo un tercer puesto en 2007.
    Fue campeón del Campeonato Mundial de Resistencia de la FIA en 2019, las 24 Horas de Le Mans en 2018 y 2019, las 24 Horas de Daytona de 2019 y el Campeonato Mundial de Karting en 1996.
    Es, además, el único piloto de la historia en debutar con tres escuderías diferentes obteniendo un podio, McLaren (2007), Scuderia Ferrari (2010) y Aston Martin (2023), y uno de los cuatro pilotos que han debutado en Ferrari con victoria en la primera carrera (junto con Mario Andretti, Nigel Mansell y Kimi Räikkönen).
    Lo dicho ,muchos venderían su alma por haber conseguido la mitad, por ejemplo Jean Alesi, que solo pudo ganar 1 carrera de F1 en toda su vida. Y otros ni eso.

    • Y cito a Jean Alesi como piloto con mucho talento, pero muy mala suerte.

      Este perfil de » nuestro héroe no solo no gana nunca una carrera, sino que allá donde participa estrella su auto. Ni Fernando Alonso, oigan.»

      Corresponde más al pobre y ya fallecido Andrea de Cesaris, que en paz descanse y que tenia tanto gafe el pobre como las últimas películas de Disney.
      https://es.wikipedia.org/wiki/Andrea_De_Cesaris

    • veo que no has entendido la ironía. Esto está escrito en la época en que a FA se le gripapa o estrellaba el coche en cada carrera. Pero aunque no fuera así: es mi opinión y la comparto.

Rafael Marin

RAFAEL MARÍN (Cádiz, 1959) ha publicado más de cuarenta libros en diversos géneros: Lágrimas de luz y Mundo de dioses en la ciencia ficción; La leyenda del Navegante en la fantasía épica; La ciudad enmascarada, Ora Pro Nobis y Memento Mori en el terror; Detective sin licencia, Los espejos turbios, Lona de tinieblas, Elemental querido Chaplin en el policial; El anillo en el agua y El niño de Samarcanda en la memoria biográfica; Las campanas de Almanzor, Juglar, Victoria, Don Juan, Elsinor y Odiseo rey en la novela histórica.

Es autor de antologías como Unicornios sin cabeza, El centauro de piedra, Piel de Fantasma o Son de piedra y otros relatos. Entre sus libros de ensayo destacan Hal Foster: una épica postromántica; W de Watchmen y Marvel: Crónica de una época.