Aunque también hiciera suyos temas adultos y ofreciera en ocasiones el escenario ideal para desarrollar para nuestro tiempo temas equivalentes a la tragedia griega, el western fue durante buena parte del siglo veinte una distracción para todos los públicos, el ensueño de niños por todo el planeta. Eso explica en parte su larga supervivencia y quizá también su declive: sobreexplotación por un lado (en especial con la llegada de la televisión y las muchas series del oeste que tantos conocimos en nuestra ya lejana infancia), y la misma incapacidad de adaptar aquella visión del mundo en blanco y negro (buenos muy buenos, malos muy malos, ninguna gama de grises en medio) al escepticismo, la ironía y la desconfianza en los valores sociales que la guerra del Vietnam (y, en el género, el spaghetti western) trajeron de la mano ya en las postrimerías de los años sesenta.
Grandes autores de cine hicieron grandes películas, a menudo a partir de historias menores de autores menores (el western fue antes que nada género periodístico, luego pliego de cordel, diversión sencilla con pocos nombres de relumbrón en lo literario), pero hubo cientos de películas de bajo presupuesto y simples planteamientos, Tom Mix y sus imitadores, ya desde el principio de la historia del cine: recordemos que el mismísimo John Ford, alfa y omega del género, comenzó dirigiendo peliculitas veloces hasta que ofreció la primera gran revisión del western con La diligencia (Stagecoach, 1939).
Curiosamente, la historieta parece que dudó en acercarse al género. Más allá de los comic books (que, en su inicio, tenían la calidad artística que en décadas posteriores podríamos asimilar a los fanzines), en la aristocracia de los periódicos apenas cabe citar el Red Ryder de Fred Harmann o las obras (tan influidas por John Ford, Harold Foster y Alex Raymond) de Warren Tuffs: Casey Ruggles y Lance.
Cisco Kid tiene su origen en lo literario. Más concretamente, en un relato de O. Henry ya en 1907, The Caballero’s Way, donde nuestro jinete del sombrero y las chorreras es… nada menos que el malo. Y malo fue en su primera aparición cinematográfica, para convertirse ya en la segunda (para que luego hablemos de resettings) en uno de los buenos. Y bueno es en la tardía adaptación al cómic de prensa (unos años antes ya hubo comic books) que realizan entre 1951 y 1967 Rod Reed a los guiones y el argentino José Luis Salinas a los dibujos.
Acompañado por su fiel escudero Pancho, trasunto de Sancho Panza sin su sabiduría de pueblo, contrapunto cómico a las heroicidades del protagonista, Cisco Kid puede englobarse en la revisión realista que los cómics en general y los cómics de prensa en particular experimentaron tras la Segunda Guerra Mundial. Es un cómic amable, extraordinariamente bien dibujado, afectado por la política imperante de reducir las historias a un número determinado de semanas. Jamás tuvo una página dominical donde Salinas pudiera haberse explayado experimentando con formatos y tamaños de viñetas; es, en cierto modo, un western infantil donde los misterios se solucionan rápido y la pareja protagonista parte a otra aventura donde encontrará más de lo mismo: los malos muy malos, los buenos muy sencillos, las bellas muy bellas que se enamoran (igual que él) del Cisco Kid, el vaquero más guapo de cuantos ha habido en la historia de los cómics, un dandy impoluto y lampiño que siempre sonríe y que, como un Don Juan del oeste, conquista y suspira y no se deja atrapar ni por las maquinaciones de sus enemigos ni por los sueños de matrimonio de las féminas que se encuentra a su paso.
Salinas demuestra su capacidad para dibujar retratos: los primeros planos son fabulosos, las chicas espectaculares, los caballos veloces. Sus malos son inconfundibles a primera vista (ahí tienen ustedes a ese delicioso Red Riata, trasunto del actor Wallace Beery). Sus paisajes, quizá, no son todo lo ricos que podría esperarse, en tanto en ocasiones parecen demasiado pedregosos y áridos (Salinas dibujaba desde Argentina, ya que no quería que su hijo acabara combatiendo en Corea) y los planos se antojan demasiado lejanos. Es un western donde prima le emoción y lo romántico sobre las complicaciones de la trama y la acción violenta que en ocasiones retrotrae a las cabalgadas de Tom Mix y los vaqueros de sombrero blanco que iniciaron la leyenda del oeste en las películas de cine mudo.