PACHECO FOREVER

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Recuerdo con toda claridad el primer cómic que vi de Carlos Pacheco, pero no la primera vez que lo vi a él. Todo lo contrario que ahora, ya que apenas recuerdo sus viñetas y sí el montón de charlas, encuentros, anécdotas, conversaciones creativas, disquisiciones filosóficas, análisis de los medios y sobre todo risas, muchas risas.

Fue en 1983, que se dice pronto. En el Campo de Gibraltar, que entonces estaba muchísimo más lejos de Cádiz que ahora, se preparaba una revista de historietas al estilo de las revistas que entonces eran el centro del mercado editorial en nuestro país. Allá fuimos los tres o cuatro gaditanos-de-la-capital que soñábamos ser dibujantes o guionistas: Ángel Torres Quesada, Vicente Sosa, Ángel Olivera y yo mismo. Todos éramos aspirantes y la revista, Tuboescape,  no dejó de ser un fanzine bien editado donde había de todo. Lo que más nos llamó la atención fue una historia que adaptaba un relato de ciencia ficción con unos niños mutantes, no solo porque estuviera mejor dibujada que el resto, sino porque los personajes leían un puñado de comic books americanos que todavía no se habían publicado en España y que nosotros habíamos conseguido unos meses antes a través de Mile High Comics, cuando el océano Atlántico empezó a hacerse más pequeño. En ese primer guiño de los muchos otros guiños que luego salpicarían su carrera, supimos que su autor era uno de los nuestros. Y su autor era, naturalmente, Carlos Pacheco.

Carlos estudiaba entonces biología (en Granada y luego en Sevilla, si no me confundo), así que no estuvo presente en aquella primera reunión. Por eso no recuerdo exactamente cuándo lo conocimos. Sería, imagino, a través de Vicente Sosa. Sí recuerdo que, porque San Roque estaba muchísimo más lejos de Cádiz de lo que está ahora, nos reuníamos en un punto neutral: la Barca de Vejer, a medio camino, y allí hacíamos el intercambio de tebeos americanos, casi a fondo perdido: nos los devolveríamos dentro de otros cuatro o cinco meses, cuando volviéramos a reunirnos.

Los lectores de tebeos somos una raza extraña y en los años ochenta lo éramos más todavía. Sin redes sociales, y confinados al correo y como mucho al teléfono, conocer a alguien que tuviera tus mismos gustos y parámetros, tus mismas aspiraciones, era un tesoro. Y así, poco a poco, a lo largo de esa década, fuimos haciéndonos amigos de Carlos, ese chico que era biólogo y dibujaba tan bien, que tenía un coche medio desvencijado y con el que ir de copiloto resultaba una aventura que ni volar en el Blackbird de la Patrulla X.

Como nosotros, Carlos tenía un sueño imposible. No ser dibujante de tebeos, sino ser dibujante de tebeos de superhéroes. O sea, una quimera. Hoy, cuando el que más o el que menos dibuja para Estados Unidos o Francia sin demasiado problema (porque la industria en nuestro país está fatal), el hecho de ser emigrante-desde-casa parece una cosa fácil. No lo era entonces.

Nos hicimos muy amigos y creo que buena parte de esa amistad se la debemos a Alan Moore: las lecturas de Swamp Thing y, sobre todo, el descubrimiento de Watchmen. Cuando digo lecturas quiero decir, naturalmente, lecturas y análisis. Una cosa es imposible sin la otra. Fue un auténtico alborozo descubrir que Carlos era el único otro ser humano en el mundo que sostenía que Justicia Encapuchada era de raza negra, idea descabellada por la que incluso amigos íntimos nos tiraron al pilón, carne de escarnio… hasta que la serie de televisión de treinta y pico años más tarde nos demostró que al menos había alguien más que había pensado lo mismo.

No se recuerda, pero Carlos fue el pionero dibujando un superhéroe más o menos hispano: una historietita muy bisoña llamada, ay, El Caballero Plateado. Pero sus colaboraciones en fanzines con pin-ups y posters le hicieron llamar a las puertas de Forum, que editaba entonces los tebeos Marvel, y que incluso le consiguió una entrevista en Estados Unidos con los encargados de la editorial… y que no tuvo éxito.

Norma Comics le pidió entonces la creación de un personaje femenino, una superheroína para hacer historietitas de cuatro páginas, lo que se estilaba entonces. Me lo comentó mientras paseábamos por Cádiz, y allí mismo se nos ocurrió el nombre de Iberia… y la constatación de que un superhéroe solo, sin un universo, es un absurdo y un aburrimiento. Total, que en cuatro o cinco meses de llamadas febriles por teléfono (las facturas fueron horripilantes, lo juro), descubrimos esa cosa tan hermosa y tan gratificante que es crear un universo de superhéroes a la española, Iberia Inc y Triada Vértice. Olvidada la propuesta de Norma, se ofreció a Forum, y en Forum iba a aparecer, cuando yo había escrito ya las primeras seis o siete páginas de Triada Vértice, como complemento de algún título original americano.

Pero entonces Marvel UK (estamos ya en 1992) llamó a su puerta y Carlos se convirtió en el primer dibujante español en trabajar haciendo superhéroes (o lo que los ingleses entendían por superhéroes) para la filial inglesa de la todopoderosa Marvel Comics. Hizo una historieta corta de Motormouth & Killpower y luego una miniserie llamada Dark Guard. Empezamos a trabajar juntos en una miniserie de Motormouth & Killpower con mundos alternativos (la llamamos de mil formas, Alter Ages, Wreckages… al final quedó en Remix, aargh), a la espera de publicar luego Iberia Inc, convenientemente subtitulada “The Spanish Avengers”, cuando Marvel UK cerró sus puertas y nos dejó a verlas venir. Fue una terrible sensación de fracaso después de apenas un año de ilusión. Carlos ya se veía de nuevo como profesor de biología, pero Paul Neary (el editor de Marvel UK) puso a los dibujantes (al guionista que era yo no) en contacto con Marvel y en Marvel prometieron hacerles hueco. Lo encontró primero Salvador Larroca, porque mientras tanto Carlos recibió la llamada de DC Comics (o sea, la competencia) y realizó unos cuantos números de Flash. Cuando por fin aterrizó en Marvel, lo hizo con una miniserie del mutante Bishop. El resto es historia. O leyenda, como ustedes quieran.

El mundo del cómic americano es duro y fugaz. Los autores se queman en cinco años y pasan a convertirse en estrellas errantes, a independizarse, dedicarse a hacer story-boards para el cine, diseñar empresas de diseño o muñecos articulados, fundar editoriales que se hunden al poco tiempo… Lo que tienen que contar y dibujar, muchos de ellos, es breve. En ocasiones pienso que es una forma de arreglar cuentas con el fan que fueron, introducir en los universos Marvel o DC los personajes que crearon cuando aún no eran unos profesionales, y como mucho convertirse en reinonas de salones de cómics que ya son más bien salones de cine de superhéroes y vender commissions hasta que los verdaderos dueños de los personajes digan hasta aquí llegó el diluvio.

Carlos Pacheco aguantó a pie firme. Su carrera ha durado treinta años, saltando de DC a Marvel y otra vez a DC y otra vez a Marvel. Siempre tuvo, creo, la sensación de que llegaba demasiado tarde (habiendo sido el primero de la nueva hornada en llegar: siempre reconoció que antes estuvieron Vicente Alcázar o Esteban Maroto), que la Marvel a la que a él le hubiera gustado pertenecer es la Marvel de finales de los años setenta y, sí, incluso la Marvel de los ochenta, la del denostado Jim Shooter, cuando se produjo la eclosión de autores (Byrne, Claremont, Miller, Simonson) en los que inevitablemente se veía, nos veíamos reflejados.

Nunca bajó la guardia. Nunca tiró la toalla. Aunque le tocara en (mala) suerte dibujar unos guiones infumables y se lo llevaran los demonios cuando los guionistas americanos (o los editores, para el caso) le pedían que dibujase en una sola viñeta (siempre grande) cosas que eran narrativamente imposibles. No se pueden imaginar ustedes la de guiones que ha corregido mientras los dibujaba, logros que en ocasiones se atribuyeron a unos guionistas (o unos editores, para el caso) que no tenían ni idea de por qué ese personaje vestía de pronto de esa forma o qué significaba el póster o la camiseta que se veía en alguna viñeta.

Carlos se convirtió en un superviviente de la debacle en la que, con la llegada del cine, se convirtió la industria del cómic. Y nunca, nunca, dejó que la amargura porque la continuidad saltara hecha pedazos, porque los personajes ya no fueran los personajes de siempre (“son otros tipos disfrazados con uniformes que a veces ni se parecen”, me decía), porque los tebeos se fueran convirtiendo en chorraditas inanes que ya ni recordaban (porque no se conocían) tiempos pasados de gloria lo desanimaran. Siempre dio más del cien por cien de su entrega. Fue hasta el final un perfeccionista absoluto. Siempre buscando. Siempre superándose. Observa uno ahora su carrera, desde aquellos primeros pin-ups para Forum hasta sus últimas portadas, y ve una evolución imparable. En treinta años de carrera Carlos Pacheco fue siempre a más. Puede que los personajes que tanto amaba y que tanto amamos hayan perdido su alma. Pero tuvieron el alma de Carlos Pacheco, que fue en muchos aspectos el guardián y el garante de su historia.

Cientos, miles de horas hemos conversado por teléfono. Hablando de cine, de tebeos, de filosofía (Carlos era un impenitente lector de ensayo, más que de literatura de ficción). Todo eso que he perdido, como amigo, como primo suyo, ahora. Siempre fue un intelectual de la cosa, sin dejar de ser un chico de pueblo. “Ser de pueblo curte”, me insistía una y otra vez. “Todo lo que se puede aprender del mundo y la política está en un pueblo”. Curiosas palabras, curiosa visión del mundo por parte de quien fue el más internacional de todos nuestros dibujantes contemporáneos. De quien fue, sí, profeta en su propio pueblo. Como se ha reconocido, quizás ya demasiado tarde, pero a tiempo de que él lo viera, el inmenso cariño y el inmenso respeto que su figura de gigante despierta en lectores y compañeros profesionales del medio.

¡Pacheco Forever!

Sobre el Autor

Rafael Marin

RAFAEL MARÍN (Cádiz, 1959) es profesor, escritor, traductor, guionista y teórico de historieta. Ha publicado más de treinta libros en diversos géneros: Lágrimas de luz y Mundo de dioses en la ciencia ficción; La leyenda del Navegante en la fantasía épica; La ciudad enmascarada, Ora Pro Nobis y Memento Mori en el terror; Detective sin licencia, Lona de tinieblas, Elemental querido Chaplin en el policial; El anillo en el agua y El niño de Samarcanda en la memoria biográfica; Las campanas de Almanzor, Juglar, Victoria, Don Juan y Elsinor en la novela histórica.

Es autor de antologías como Unicornios sin cabeza, El centauro de piedra, Piel de Fantasma o Son de piedra y otros relatos. Entre sus libros de ensayo destacan Hal Foster: una épica postromántica; W de Watchmen y Marvel: Crónica de una época.

14 Comentarios

  • Bienvenido de nuevo Crisei. No puede ser de otra manera, hay que empezar con Carlos. Gracias. No puedo pensar en él sin pensar en Rafa Marín. Ambos afortunados de haberos conocido tan profundamente, tan primos. Carlos no sería lo que es (me niego a escribir «fue») sin ti, eres parte indivisible de ese genio que se nos ha ido prematuramente. Gracias por todo lo que has hecho con él, gracias por lo que vas a hacer sobre él, gracias por mantenerlo vivo en nuestras mentes y corazones. Mi admiración más profunda por ambos. Un abrazo desde Jaén ciudad aceitunera. Pacheco Forever!!!!

    • Fantástico texto Rafael. Confío en que puedas recuperar la anterior etapa de Crisei. Echaremos en falta interactuar en los comentarios con Carlos como lo hacíamos antes de que se cerrará la primera etapa.

  • No podía empezar de mejor forma su nueva andadura , CRISEI, que no fuera con el recuerdo y homenaje al gran artista que fue Carlos Pacheco.
    De él diría que, aunque una industria miope no supo aprovechar todo su potencial, por lo menos nos queda que logró su sueño, que el dibujar historias, fuera su vida. Lo cual no es un logro al alcance de muchos.

  • Cuanto se queda por decir en un texto tan largo y denso…Lo único que haría justicia a Carlos sería una biografía. Y me sé de un escritor perfecto para el caso, por muy poco que os gustasen a los dos las hagiografías. Carlos Forever!

  • Gracias por estas palabras. Si, Pacheco Forever. Aprovecho para agradeceros a los dos esos Iberia Inc y Triada Vértice. Los tengo encuadernados como un tesoro entre mi colección de cómics. Ah, que pena que no dieran más cancha a ese universo para crecer, pero fueron 10 números geniales.

  • Me pregunto si alguien en Marvel (¿Busiek tal vez?) llegó a darse cuenta de que Carlos entendía los personajes mejor que muchos de ellos. DEP (y que le quiten lo bailao)

  • No me creerá pero necesitaba leer esta entrada. Encantado de volver a leerle -espero que por muchos años más- y agradecido por el recuerdo a un maestro y una persona tan cercana y cordial como Carlos.

Rafael Marin

RAFAEL MARÍN (Cádiz, 1959) es profesor, escritor, traductor, guionista y teórico de historieta. Ha publicado más de treinta libros en diversos géneros: Lágrimas de luz y Mundo de dioses en la ciencia ficción; La leyenda del Navegante en la fantasía épica; La ciudad enmascarada, Ora Pro Nobis y Memento Mori en el terror; Detective sin licencia, Lona de tinieblas, Elemental querido Chaplin en el policial; El anillo en el agua y El niño de Samarcanda en la memoria biográfica; Las campanas de Almanzor, Juglar, Victoria, Don Juan y Elsinor en la novela histórica.

Es autor de antologías como Unicornios sin cabeza, El centauro de piedra, Piel de Fantasma o Son de piedra y otros relatos. Entre sus libros de ensayo destacan Hal Foster: una épica postromántica; W de Watchmen y Marvel: Crónica de una época.