- ¿Podría compartir conmigo inició en su carrera como traductor, qué le motivó y si cuenta con formación académica en este campo?
No tiene ningún misterio. Traduje como favor a un amigo una novelita de Doc Savage, “La araña roja” cuando estaba haciendo la carrera. Luego me enviaron pruebas de editoriales de “verdad” y empecé a colaborar como traductor con Martínez Roca, Ultramar y, sobre todo, la línea Nova de Ediciones B, más alguna otra editorial a lo largo de treinta años. Soy licenciado en filología inglesa, pero sobre todo soy escritor, y eso es una ventaja a la hora de traducir.
- ¿Qué idiomas habla y en cuáles posee un dominio destacado como traductor?
Solo hablo español e inglés. Solo traduzco del inglés al español.
- ¿Tiene preferencia por algún género o tema en particular al momento de realizar traducciones?
Un traductor normalmente no elige: acepta lo que le envíen. Me “especialicé” en ciencia y ficción y fantasía, aunque haya traducido novela negra, juvenil, ensayo… Me quedaré con las ganas de traducir alguna vez a Stephen King.
- ¿Existe alguna traducción de un libro que le haya impresionado y considera como su favorita? ¿Se ha contactado alguna vez con dicho traductor?
Pues no lo recuerdo. El defecto del traductor es leer otras traducciones y pensar en alternativas a lo que el otro ha traducido. A mí me pasa por partida doble, también como escritor. La solución, en mi caso, es leer cuanto puedo en versión original.
- ¿Podría describirnos cómo aborda el proceso de traducción? ¿Qué metodologías, herramientas o pautas guían su trabajo habitualmente?
No hay misterio. Abres el libro, enciendes el ordenador, tienes a mano diccionario (o diccionarios online), y adelante. Normalmente me gusta ir dos o tres capítulos por delante en la lectura. No suele dar tiempo a leerse el libro entero antes.
- ¿Cuál ha sido el tipo de contenido más desafiante que ha traducido? ¿Cómo superó ese desafío y qué aprendizaje obtuvo de esa experiencia?
Durante un tiempo, Miquel Barceló me enviaba las “misiones imposibles”, esos libros que nadie era capaz de traducir. Me caían a mí porque sabía que me los tomaba en serio. De ellos te puedo mencionar “Radix”, de A.A. Attanasio, que era un verdadero quebradero de cabeza. Y “Ambiente” y “Terraplane”, de James Womack, que usa en inglés una mezcla de inglés isabelino y argot punk, con la que me divertí mucho y dicen que logré reproducir, en español, esa forma tan peculiar de escribir.
Te pones manos a la obra con esas piezas difíciles, tarda un poco más, pero normalmente la satisfacción cuando terminas es más grande. Afortunadamente, hoy puedes buscar términos y entender detalles consultando en internet a golpe de clic.
- ¿Cuáles considera usted que son los principales desafíos a los uno se enfrenta en el campo de la traducción?
El tiempo. Normalmente te dan dos meses por libro, tres si es un tocho. A veces, lo confieso, me desespera tener que traducir libros que, ejem, son muy malos.
- ¿Qué métodos utiliza habitualmente para conseguir clientes y generar ingresos como traductor? Además, ¿cree que el proceso de pago, tanto al concretar un acuerdo como al recibir el pago, suele ser justo y digno?
En España el sistema es muy simple: una vez dentro de una editorial, te envían libros para traducir hasta que dejan de enviártelos. No pagan anticipo. Creo que es muy difícil empezar y “entrar” en una editorial. Yo tuve suerte en mis comienzos. Normalmente se cobra al mes o mes y medio, excepto algún editor ladrón que no paga (solo me ha pasado una vez, con una novelita de Edgar Rice Burroughs que además era un espanto).
- ¿Cuál es su opinión sobre el impacto de la traducción automática y la inteligencia artificial en el campo de la traducción?
He hecho algunas pruebas estos días y me parece que todavía falta mucho para que la máquina entienda las sutilezas, el sonido, la capacidad artística. Una cosa es traducir un anuncio o un acto judicial y otra una novela o un poema.
- Según su punto de vista, ¿cree que se reconoce adecuadamente la labor del traductor y su contribución en diferentes áreas? ¿Ha tenido algún desafío personal respecto a este tema?
El traductor suele ser inexistente, y pocas veces ponen tu nombre en los créditos en página inicial: apareces en pequeñito donde están los copyrights y demás. Contados son los libros donde aparece mi nombre junto al del autor. Y solo uno, “Gambito de Dama” tiene mi nombre en portada.
A veces algún lector me escribe felicitándome por la traducción, o te dice aquello de “es la primera vez que reparo en lo bien traducido que está este libro, nunca me había fijado en ese detalle”. Cosa que, naturalmente, uno agradece.
- ¿Qué consejos amablemente compartiría usted con aquellos que aspiran a ser traductores, basándose en sus propias experiencias?
Hay que haber leído mucho. No basta saber el idioma que traduces: tienes que dominar tu propio idioma, conocer los detalles culturales, no intentar llenarlo todo de notas al pie cuando hay un juego de palabras: invéntate otro que se parezca.
Curiosamente, suele ser más difícil traducir un relato que una novela…
Desde la licenciatura en Lenguas Modernas en Inglés de la Universidad Autónoma de Querétaro, en México., me hicieron esta pequeña entrevista sobre mi trabajo como traductor. Por la curiosidad, aquí la reproduzco.
¡Interesante! Tenía curiosidad después de mis intentos fallidos de presentarme a traductor del Estado.
Lo último es absolutamente fundamental, estoy cansado de ver traducciones en las que se tropieza uno con pegotes lingüísticos que demuestran un conocimiento nulo de la cultura popular en ese idioma.